martes, 6 de septiembre de 2011

Ladrona con clase

Ya sabéis (y si no es así lo repito :P) que adoro las historias de ladrones, por eso estoy obsesionada con Leverage y por eso me sé Ocean’s eleven de memoria, entre otras cosas. Y, por eso, en cuanto conocí el libro Ladrona con clase de Ally Carter, me obsesioné con él. ¿Un grupo de ladrones adolescentes que debían robar cinco obras de arte en un tiempo límite? ¡Hostias, qué pintaca! Eso es lo pensé y aproveché mi cumpleaños para hacerme con él, pero... Al final ha acabado siendo un poco decepcionante.

¿Y de qué va Ladrona con clase?

Katarina “Kat” Bishop es una chica de quince años que ha decidido dejar su vida como ladrona para meterse en un internado. Sin embargo, un antiguo amigo, Hale, provoca que la expulsen, pues el padre de Kat necesita ayuda: según un mafioso, su padre le ha robado los cuadros y si no se los devuelve, lo pagará caro. Pero, claro, el señor Bishop no ha robado los cuadros, por lo que no puede devolverlos, así que Kat se ve obligada a robarlos de nuevo para devolvérselos al mafioso.

Ladrona con clase parte de una trama muy sencilla, de hecho con leer la frase promocional ya sabes de qué trata el libro. No lo digo como algo negativo, ya que no pretende ser algo más que mero entretenimiento. De hecho, Ladrona con clase podría considerarse la versión novelada de Ocean’s eleven: tenemos un grupo de ladrones con distintas especialidades, un robo que planear y que llevarlo a cabo, sin trampa ni cartón.

A diferencia de la película o de Leverage, no hay giros enrevesados, ni sorpresas por parte de los protagonistas, aunque sí que se adivina un leve misterio a largo plazo: ¿quién robó los cuadros? De hecho, fue el que la respuesta en el aire, lo que me hizo sospechar que lo había vuelto a hacer: había encontrado una saga de libros sin querer.

Pero hay algo que diferencia a Ladrona con clase de la película y la serie antes citadas, algo que, para mí, ha hecho que sea decepcionante: no tiene encanto, no tiene vida, es un libro muy frío... Y eso es un pecado.

Ally Carter planea una buena aventura, maneja el ritmo muy bien, pues los hechos se desarrollan en un tiempo perfecto, sin quedar lento o pesado, ni tampoco precipitado. También es cierto que se sabe desenvolver a la hora de llevar a Kat y sus compañeros por todo el mundo y que no escribe nada mal, de forma un tanto sencilla, sin florituras, pero amena y rápida de leer.

Pero, repito, es un libro muy frío.

Todos, absolutamente todos, los personajes son sosos. Cierto es que todos son arquetípicos y que, incluso, se pueden comparar con personajes de otras historias parecidas. Por ejemplo, Hale pretende ser el ladrón guay y un tanto señorito, cual Neil Caffrey de White collar. Sin embargo, ningún personaje tiene carisma, la química entre todos ellos es inexistente, lo que provoca que tampoco te importe demasiado el que consigan robar los cinco cuadros o no.

Creo que el problema radica en que Ally Carter, por mucho que escriba en tercera persona, únicamente se centra en Kat como si estuviera escrito en primera persona. Y ese tipo de relatos funciona únicamente si el protagonista y narrador es un buen personaje, carismático, con su propia forma de expresarse que lo haga distinto. Pero, claro, Kat se parece más a Bella de Crepúsculo que a otras heroínas que sí merecen ser el centro de todo como Gwen en Rubí o Katniss en Los juegos del hambre.

Kat es sosa, sosa con rabia y, además, no deja de ir de víctima, lo que, personalmente, me ponía nerviosa. A ver, reniegas de tu familia de ladrones y quieres estudiar en un internado. Vale, me lo trago, llego a entenderlo. Pero luego a la mínima no deja de quejarse de que los demás le echen en cara que se haya ido y que está desentrenada y tal. Coño, has dejado colgado a todo el mundo por perseguir tu meta, asúmelo de una vez y deja de lloriquear. Por otro lado, sufre el típico complejo de protagonista perfecta en el sentido que sólo ella es útil, sólo ella es inteligente.

De hecho, los personajes son tan sumamente sosos que me la traía al pairo la parte romántica, que es la relación entre Kat y Hale. Y eso, por lo menos en mi caso, es muy grave, ¿eh? Yo, que veo tema donde casi no lo hay y me emociono igualmente, pasando de la relación.

El otro defecto que le veo (y quizás se debe a la estudiante de arte y enamorada del mismo que llevo dentro) es que Ally Carter pasa absolutamente de las descripciones. Da igual que estén en París, en Las vegas o en el museo, lo sabes porque te lo dice, no por la ambientación que también es nula. Tampoco se molesta en describir las obras de arte, en infundar el amor que se supone que siente el equipo por ellas y que debería hacer que fueras a Google a buscar cuadros. Vamos, que hasta en eso es una novela fría, sin corazón, sin encanto, sin alma.

En conclusión, Ladrona con clase es un libro original, sobre todo entre las modas de vampiros, ángeles y demás. También es un libro muy ameno, que se lee con facilidad, que no aburre al estar lleno de acción y que entretiene... Pero no emociona. No tiene encanto. Ni siquiera recordarás a los personajes una vez lo hayas leído. Eso sí, sabe despertar interés, pues al final del libro te quedas con ganas de saber quién narices robó los cuadros en primer lugar.

Por mi parte, esperaré la segunda parte por curiosidad y por saber si Ally Carter deja de desaprovechar a los personajes de más interés (el padre de Kat, por ejemplo), aunque no estaré muriendo de ansias como sí me ocurre con Esmeralda de Kerstin Gier.

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