Si os digo que adoro no, lo siguiente, la saga de
Cazadores de sombras, creo que no os descubro nada nuevo. Lo mismo si os digo que devoro cada nueva entrega, sufriéndola para bien porque, macho,
Cassandra Clare no deja de sembrar el caos, la muerte y la destrucción, aunque lo haga de tal forma que mole mucho ;P
Bueno, pues hace un par de días terminé la quinta entrega de la saga principal,
Ciudad de las almas perdidas, y aquí os traigo la reseña que, aviso, tiene
spoilers a mansalva, así que leed bajo vuestra responsabilidad.
Ciudad de las almas perdidas retoma la acción justo donde lo dejó el volumen anterior,
Ciudad de los ángeles caídos, pero desde el punto de vista que
Clary que acaba de enterarse de la desaparición tanto de
Jace como del cuerpo de
Sebastian. Tras un salto de dos semanas, vemos que La Clave está buscando a
Jace, aunque por poco tiempo, pues deben encargarse de otros menesteres y dejan la búsqueda en un segundo plano. Sin embargo,
Clary y cía no van a cejar en su empeño de recuperar a
Jace y descubrir qué está planeando el malévolo
Sebastian.
Esa es la premisa de
Ciudad de las almas perdidas, aunque las tramas no acaban ahí, ya que cada personaje tiene su propia historia y este volumen es todavía más coral que los anteriores. De hecho, como novedad,
Jace sale muy poco, ni siquiera cuenta con punto de vista como en otros libros y, aunque se le echa de menos (es
Jace, cómo no se le va a extrañar), esta entrega resulta tan adictiva y entretenida como las demás, ya que el resto de personajes se las saben apañar solos.
Ya que he nombrado a
Jace, empiezo con él y es que
Cassandra Clare me sorprendió mucho con lo que le hizo al personaje. Al acabar la entrega anterior,
Ciudad de las almas perdidas, se me metió en la cabeza que
Jace y
Sebastian ejercerían de doctor Jekyll y mister Hyde, no que
Sebastian atara a
Jace a él, lo convirtiera en su fiel y sumiso lacayo al suprimir su personalidad, ponerla al servicio de sus deseos. Así, hemos asistido junto a
Clary a ver a
Jace sin ser
Jace, lo que, además de darle una vuelta de tuerca al personaje, resulta tan perturbador como interesante.
Clary, por su parte, ha estado en una situación delicada.
Clary siempre ha sido un personaje que sabía lo que quería y que no dudaba en hacer lo que fuera necesario para conseguirlo. En esta entrega su único objetivo ha sido encontrar a
Jace, salvarlo, aunque para ello diera un salto de fe tremendo.
Clary es la primera en ver a
Jace, también es la que se da cuenta de la unión mágica entre él y
Sebastian, por lo que no duda en arriesgarse y acompañar a ese
Jace que no es él mismo y a
Sebastian. En realidad,
Clary ha seguido muy fiel en su línea y, sinceramente, es de agradecer que en una saga así, los altibajos de la relación protagonista no se deban a celos, inseguridades o dudas entre ellos, sino a factores externos y también extremos.
Quizás es cierto que
Clary peca de temeraria, incluso en cierta manera de egoísta pues nunca piensa en las consecuencias de sus actores, simplemente se tira a la acción por buenos motivos. De hecho, esa valentía suya siempre ha sido motivo de debate entre el resto de personajes. Desde
la reina Seeley hasta, en este libro,
Isabelle y
Jocelyn. Y es que
Jocelyn sigue sin ser fan de
Jace, achacándole a él el comportamiento de su hija, mientras que
Isabelle considera que todo se debe a la sobreprotección que
Jocelyn ejerce sobre su hija. He de decir que cuando leí esa discusión entre las dos, le hice la ola a
Isabelle; cierto es también que
Jocelyn nunca ha sido un personaje que me caiga bien, demasiado dura y desagradable para mi gusto. Y, sí, su animadversión hacia
Jace tampoco ayuda, así de tonta que soy.
Bueno, por cierto, para acabar con la parejita. ¡¿Pero cómo me puede terminar
Cassandra Clare el libro así?! Vale, a ver, no lo deja tan abierto como el anterior, con esa desaparición de
Jace, sino que es bastante más relajadito, pero, claro, el hecho de que me deje a
Jace con el fuego celestial en el interior y la imposibilidad de tener tema con
Clary, pues... Eso, que, leches, ¿no les va a dar un respiro a los pobres?
Por suerte,
Cassandra Clare suele equilibrar bastante bien sus historias de amor. Y con
Clary y
Jace enzarzados en una relación particular, nos ha ofrecido una historia dulzona (la de
Maia y
Jordan) y el tira y afloja entre
Isabelle y
Simon que, para mí, ha sido de lo más divertido y también bonito.
Y es que este ha sido el libro de
Isabelle. Poco a poco,
Cassandra Clare ha ido desarrollándola, dándole matices, convirtiéndola algo más en la guapa un poco zorra. En
Ciudad de las almas perdidas, Isabelle ha sido la mejor amiga y el mejor apoyo de
Clary, resultando toda una (grata) novedad que se lleven tan bien. También hemos comprobado una vez más que, en realidad,
Izzy es todo corazón. No sólo no duda en hacer lo que sea para salvar a su hermano, sino que se traga sus propios sentimientos para que
Clary esté bien y no le pese, aunque preferiría que
Simon durmiera con ella en vez de con
Clary.
Isabelle está traumatizada por sus padres.
Cassandra Clare ya había dejado pistas como que, por ejemplo,
Marysse le había impedido que aprendiera a cocinar y de ahí que, aunque lo intentara, no lograra hacer un plato comestible. En
Ciudad de las almas perdidas hemos visto que, a diferencia de los demás, sabía que su padre le fue infiel a su madre y, curiosamente, es la más afectada ante la idea de que se puedan separar. También se nota que le cuesta bajar la guardia ante
Simon (y eso que está coladita por él) por ese mismo tema. Aunque, claro, cuando al fin empieza a abandonar su armadura, nos da escenas muy bonitas, como cuando duerme con
Simon por segunda vez.
Simon, por su parte, ha seguido en su línea, soltando perlitas haya donde vaya (tiene unos puntos geniales, le adoro) y lidiando entre los disgustos que le arrea
Clary, la relación con
Isabelle y sus problemas como vampiro:
Raphael sigue teniéndole en el punto de mira y, al hecho de que a su madre le falta llamar a un exorcista, se le añade el que su hermana aparece en escena. Menos mal, por cierto, que la hermana le apoya porque, leches, pobre
Simon, la que tiene encima con su madre. Debería mandarla a tomar Fanta, vamos.
Eso sí,
Cassandra Clare lo ha orquestado todo de tal modo que su historia pinta muy interesante para el siguiente. Esta mujer no sólo sabe jugar con los sentimientos, sino también con las intrigas y la acción. Pues bien, con una guerra en ciernes,
Raziel le ha quitado a
Simon lo único que le protegía, la marca de Caín. Ya no es intocable y, por el camino, se ha ganado las antipatías de mucha gente.
Simon lo va a tener jodido en el próximo libro y estoy deseando saber cómo continúa tanto como me aterra porque yo adoro a
Simon. Me encanta, en serio, y eso suele ser malo, xD.
Y me he dejado para el final la parte más amarga del libro, la historia de
Alec y
Magnus. Alec siempre ha sido inseguro y más en su relación con
Magnus. Ya en la entrega anterior la idea de la inmortalidad se interponía entre ellos: tanto uno como otro no podía quitarse de la cabeza que
Alec envejecería y moriría, mientras
Magnus seguiría como hasta ahora. Bueno, con la compañía de
Simon. La cuestión es que
Camille engatusó a
Alec prometiéndole la inmortalidad, aunque al final no dejó más de ser un truco de prestidigitador barato pues su solución no dejaba de ser otra que volver a
Magnus mortal.
Al final, sus mentiras y su inseguridad le ha pasado factura, pues lo que ha terminado con su relación no ha sido la muerte, sino él mismo.
Magnus, al sentirse traicionado, le ha dejado y eso que el pobre no podía demostrar más que le amaba; de hecho, se lo dice a
Simon, si no fuera por
Alec, se habría dado el piro hasta que pasara la tormenta.
La verdad es que durante todo el libro, yo quería pegarle a
Alec. En serio. Es que, a ver, ¿en qué cabeza cabe fiarse de
Camille? De verdad,
Alec, qué cerebro el tuyo, macho. Lo peor del caso era que el propio
Magnus estaba buscando la manera de volverse mortal para envejecer junto a
Alec. Bueno, jo, espero que en la próxima entrega todo se arregle entre ellos, en serio, que es muy mono.
Y, bueno, hablando de
Magnus, sigo con todos los interrogantes que nos ha ido dejando a su paso. En primer lugar, tanto secretismo con respecto a su padre me escama y mucho, sobre todo tras el final en el que la piedra de luz de los cazadores de sombras reacciona con él cuando no debería. ¿Qué mierda significa eso? ¿Es hijo de un ángel caído quizás? Porque, vamos, si fuera hijo de un ángel no sería un brujo, ¿no? O, al igual que sospecho con
Tessa, es hijo de un demonio y un cazador de sombras.
Oh,
Tessa. Oh, la otra saga.
Magnus es el nexo de unión entre ambas, ya que sale en las dos... Y quizás no es el único. Vale, sabemos que
Tessa ha salido de pasada en
Ciudad de cristal (confirmado por la propia
Cassandra Clare) y sospecho que la bruja implicada en los rituales de protección de
Clary es ella. Tiene que ser ella. Sin embargo,
Magnus no deja de tirar pullitas que a mí me vuelven loca.
A
Isabelle le explica que lo de ser parabatai tiene consecuencias, que ella no ha visto lo que le puede ocurrir a un cazador de sombras si su parabatai muere. Por otro lado, en esta parte hacen hincapié en el hermano
Zacariah: sabemos que fue cazador de sombras, que es moreno, que es mucho más humano que sus compañeros (los hermanos silenciosos), que hubiera muerto por dos personas y que muestra una evidente predilección por
Jace, al ser el último de los
Herondale que queda. Anda, ¿y quién se apellida
Herondale también?
Will.
Las referencias a
Will han sido constantes y no sólo porque
Alec tenga celos de lo que fue
Will para
Magnus. Jace tiene un ejemplar de Historia de dos ciudades dedicado por
Will a
Tessa y también descubrimos que su padre se llamaba
Stephen William Herondale. ¿Casualidad? ¡Y una leche!
A priori, puede parecer que el hermano
Zacariah fue
Will, pero yo voto por
Jem. Creo que
Jem sobrevivió a su enfermedad demoníaca, convirtiéndose en un hermano silencioso y que
Will murió antes de que esto sucediera.
Aunque, claro, luego está el problema de los apellidos. Y es que con eso
Cassandra Clare me va a volver loca. Se supone que tanto en
Los orígenes, tanto
Will como
Jem son los últimos de sus respectivas familias: vale,
Will tiene otra hermana
Herondale, pero
Jem está solo, no hay ningún
Carstairs más. Pero, por un lado, tenemos a
Jace Herondale y, por otro, están los
Carstais. En este volumen aparecen de pasada, pero sabemos que la protagonista de
Lady Midnight (nueva saga al canto, sep) es
Emma Carstais. Eso, sin contar que los
Lightwood ahora se parecen a
Will (¿la hermana se liaría con un
Lightwood?) y que
Charlotte era una
Fairchild. Dios, menudo cochocho hay montado entre ambas novelas y qué ganas tengo de leer las dos que quedan para terminar ambas sagas que, en realidad, son una.
Y vosotros, ¿tenéis alguna teoría?