miércoles, 30 de abril de 2014

En blanco y negro: Capítulo 35

Como todos los miércoles me paso por aquí para dejaros un nuevo capítulo de En blanco y negro, la continuación de Cuatro damas. Así que, nada, sin más dilación os dejo con el capítulo 35, Antes de la tormenta.

Mientras Jero y Clementine llegan a Londres para buscar a Ariadne y Deker, Felipe también decide dirigirse hacia allí para ayudar a su sobrina y no será el único.


Ya tenemos a Felipe de vuelta (sé de algunas que les habrá gustado su parte con Álvaro ;P) y también a media humanidad en Londres, donde todo va a estallar. Ya los siguientes capítulos no dan tregua con la acción y las respuestas y estoy convencidísima de que el próximo os va a encantar, pero eso será en dos semanas. Mientras tanto, ya sabéis, si me queréis dejar un comentario, os lo agradeceré muchísimo y habrá arcoíris y demás.

Próximamente: En una torre de cristal.

lunes, 28 de abril de 2014

Leal

Hoy os traigo la reseña de Leal, última parte de la trilogía que Veronica Roth inició con Divergente y continuó con Insurgente. La verdad es que, aunque una vez leído el libro el título le va que ni pintado, el título queda un poco... decepcionante. Me ahorraré los chistes sobre detergente, algo que me cuesta mucho, es que es tan fácil... Bueno, venga, me concentro y voy con la reseña propiamente dicha:

Tras el descubrimiento de la película de Edith Prior, la situación no ha mejorado mucho: Evelyn controla con mano férrea la ciudad, impidiendo cualquier atisbo de renacimiento de las facciones y también el que se salga del recinto, cumpliendo los designios de Edith Prior. Por eso, un nuevo grupo ha surgido, los denominados Leales, que desean llevar a cabo esa misión. Tris y Tobias, junto a varios antiguos compañeros y amigos, decidirán abandonar la ciudad para conocer el mundo de fuera, algo que no es como esperaban.

Antes de leer el libro, ya sabía que Leal había causado conmoción cuando salió. Gente que decía que estropeaba la saga, que era una mierda; gente que decía todo lo contrario, que estaba bien y era coherente... Una amiga, incluso, me dijo que al saber cómo acababa, había pasado de empezar a leer la saga. Así que, claro, yo iba con cierto miedito, aunque tampoco hice mucho caso de las críticas negativas. Los finales siempre son criticados, siempre levantan ampollas y la misma gente que criticó que el final de Los juegos del hambre era x, le critica a este lo contrario.

Eh, soy una pro esquivando spoilers, ¿eh?

Bueno, la cuestión es que empecé Leal y lo devoré en cuestión de días, me enganchó como los otros. La verdad es que son unos libros que se leen con facilidad y que resultan de lo más entretenidos, así, en general, aunque Leal me ha gustado muchísimo más que Insurgente. ¿Por qué? Por Tris.

Tris me pareció una gran protagonista en Divergente. Era una chica dura, cruel, incluso implacable, pero también era inteligente, generosa y alguien que intentaba hacer siempre lo correcto. Luego vino Insurgente y... básicamente quieres matarla. Como la narración es en primera persona, debes leer sus múltiples paranoias y traumas que la llevan a actuar sin pensar, a sacrificarse continuamente sin ni siquiera intentar pensar en otra salida. Ya dije en su día, que entendía el proceso, que estuviera afectada, pero era sencillamente desesperante. Sin embargo, en Leal Tris ha madurado bastante, ya no tiene ese complejo de mártir buscando satisfacer enfermizamente a sus padres, sino que actúa con más cerebro y también de una forma más sensata, por lo que no tienes ganas de estrangularla.

También me ha parecido que actuaba de manera más natural que en Insurgente, que sus reacciones eran más reales, sobre todo en relación con los demás, Cuatro y Caleb en su mayoría. De hecho, particularmente disfruté mucho del odio visceral que le provocaba su hermano y de lo turbulenta que fue su relación.

En Leal también cambia su relación con Tobias, afianzándose y ahorrándonos las continuas discusiones que versaban sobre lo mismo. Están unidos, están en la misma página y por primera vez ambos dos son completamente sinceros el uno con el otro.

De hecho, en Leal hemos podido disfrutar del punto de vista de Tobias, algo que yo, personalmente, habría agradecido todavía más en Insurgente. Tobias es un buen personaje, además se encuentra en una situación completamente distinta a la de Tris, por lo que era muy interesante ver los dos puntos de vista sobre lo que estaba sucediendo. Tobias no es perfecto, de hecho hay veces que mete la pata tanto que hasta lo ves venir, pero eso no hace más que humanizarlo aún más. Me ha gustado muchísimo leer cómo ve el mundo, los problemas que tiene y cómo encara las situaciones. De verdad, me habría encantado que Veronica Roth hubiera dado voz a Tobias mucho antes.

En lo que respecta a la trama, he de decir que, de nuevo, lo que plantea Veronica Roth me ha parecido de lo más original. Me pareció un poco ida de olla, pero al fin y al cabo esto es una distopía y no se parece en nada a otras que he leído. Además, establece una pregunta que, al menos yo, encuentro muy interesante: genética contra entorno, hasta qué punto la gente se ve afectada por sus genes. Bueno, no es la única cuestión que trata, pero las otras ya se han visto en más novelas de este estilo como Los juegos del hambre.

La única pega que le encuentro es que, tras un inicio con buen ritmo, donde no dejan de sucederse hechos y descubrimientos, hacia la mitad Leal pierde fuelle, aunque lo acaba ganando hacia el final.

En general, la saga me parece de lo más entretenida y con ciertos aspectos muy interesantes. Vamos, no es la saga de mi vida, pero seguramente la re-leeré algún día. Me parece que está muy bien construida de principio a fin, porque, sí, a mí me ha gustado el final, me ha parecido muy coherente con el tono de la historia y con cómo se ha ido encaminando ésta última.

A partir de aquí, sí que sí, hay spoilers de Leal. Si no queréis chafaros la historia, dejar de leer.

Básicamente todo aquel que se queja lo hace de dos cosas:

Por un lado, que al final todo fuera un experimento del gobierno de los Estados Unidos, lo que consideran un timo y casi una traición. Y yo no veo por qué, es que ni entiendo ese odio desmedido hacia ese giro. Quiero decir, en otras sagas ni siquiera explican por qué se ha llegado a ese punto y, no sé, a mí sí que me convenció la explicación, aunque algunas partes tuviera que leerlas un par de veces para asimilarlas bien.

Por otro, la muerte de Tris. A mí me pareció muy coherente con Tris, no la Tris de Insurgente rota de dolor y desesperada por encontrar un sentido a tanta muerte, sino a la Tris de siempre. Tris no muere por un deseo suicida o por esa enfermiza obsesión con que sus padres querían que se sacrificara, sino porque es Tris. Tris es una persona analítica y, por tanto, sabía que la que más posibilidades de llevar a cabo el plan (y salvar a toda la ciudad) era ella. De hecho, su teoría sobre que era inmune al suero era verdad, otra cosa es que David apareciera de la nada y le disparara.

Que sí, que la autora se lo podría haber ahorrado, que hubiera sido mucho más chachi que acabara viva junto a Tobias, no lo voy a negar, pero tampoco voy a sacarme los ojos, rasgarme las vestiduras y clamar que la saga es una mierda porque haya muerto. Ya que la muerte de Tris sirve para mejorar aquel mundo, para salvarlos, algo que corresponde con lo que Tris hacía: ella siempre intentaba ayudar, salvar a la gente a la que quería... y Caleb, al final, no iba a ser menos. De hecho, durante toda la novela se le da mucha importancia a lo que piensa Tris sobre su hermano, sobre lo que siente: le odia por la traición, pero tampoco puede borrar el que sea su hermano, el que creciera junto a él y le quisiera. Por eso, me parece muy coherente que, al final, le salvara y, de paso, le castigara a vivir con la muerte de los tres miembros de su familia. No sé, me parece muy Tris.

Y, encima, el final no es tan triste porque, sí, Tris muere, pero Tobias consigue liberarse al fin de su padre y, también, conseguir a su madre. Y eso me pareció perfecto. Tobias es, en el fondo, un niño perdido que quiere encontrar un hogar, alguien que le quiera, por eso me gustó que Evelyn lo diera todo por él. Se lo merecía, al igual que vencer sus miedos de una vez.

El próximo lunes literario estará dedicado a... El guardián invisible de Dolores Redondo.

domingo, 27 de abril de 2014

Maromo de la semana 169

Llevaba toda la tarde pensando en quién debería poner de nuevo Maromo de la semana, pero no tenía claro a ningún candidato... hasta que Youtube, tan majo él, me ha recomendado re-ver algunos de mis favoritos y casi todos le tenían a él, así que he decidido tomármelo como una señal y, por tanto, os traigo a la monez hecha hombre...

Arthur Darvill


Thomas Arthur Darvill nació el 17 de junio de 1982 en Birmingham, Inglaterra, hijo de un organista y de una actriz, que trabajaba en la calle como miembro del Teatro de Mascotas de Cannon Hill. Por eso, Arthur de pequeño solía ir de gira, hasta que nació su hermana y, entonces, la familia se asentó. A los 10 años, Arthur ya sabía que lo suyo sería el mundo de la interpretación y, de hecho, se unió a una compañía de teatro juvenil. A los 18 años fue admitido en una escuela de arte dramático, así que se mudó a Londres junto a cuatro amigos, que había conocido en dicha compañía.

Arthur debutó en el teatro, donde ha seguido trabajando desde entonces, pero, como siempre, yo me concentro en la parte audivisual. Su debut televisivo fue en 2008 en la tv-movie He kills coppers y continuó con un personaje importante en la mini-serie Little Dorrit.

Dos años después, en el 2010, Arthur consiguió el papel que le haría saltar a la fama, el de Rory Williams en Doctor Who. Al principio, Rory tenía poco papel, era el novio de Amy al que deja un poco tirado, pero poco a poco fue ganando papel y también simpatía hasta convertirse en un companion de pleno derecho y uno de los personajes más guays y monos que han tenido. En serio, Rory es lo mejor de lo mejor, soy súper fan de él y siempre me emociona y es que es una monada, seriously.


En Doctor Who estuvo hasta la sexta temporada, es decir, hasta el año 2012 y durante ese tiempo también participó en más proyectos: Sex and drugs and rock and roll, Robin Hood (la película de Russell Crowe) y Pelican blood. Tras la salida de Doctor Who, Arthur colaboró en un episodio de Galerías Paradise y en la película Doctor Faustus.

En el 2013, Arthur fue uno de los vecinos y sospechosos de Broadchurch, la serie protagonizada por David Tennant donde se investiga el asesinato de un niño en un pequeño pueblo. Pues Arthur es Paul Coates, el cura del pueblo y es todo raro ver a Rory (porque para mí siempre será Rory) vestido de cura. Además, es guay verlo compartir pantalla con David Tennant, aunque no tengan muchas escenas juntos. Ese mismo año, también interpretó al duque de Buckingham en la miniserie The white queen.


En lo que respecta al futuro, Arthur está rondando un corto y es uno de los que sabemos con seguridad que saldrá en la segunda temporada de Broadchurch, que algún día estrenarán, digo yo.

viernes, 25 de abril de 2014

Las dos caras de Grant Ward

¿Sabéis ese dicho que dice: "¿Quieres caldo? Pues toma dos tazas"? Pues eso es exactamente lo que me han hecho los señores guionistas de Agents of Shield.

Hace unas semanas, escribí una entrada diciendo lo mucho que había mejorado la serie, encontrando una única pega: la falta de interés de los dos agentes masculinos. En concreto, les pedía que hicieran algo con Ward, pues lo veía como el elemento más flojo de la ficción. Pues un par de episodios después, ocurrió algo relacionado con el tema que me dejó así:


Yo me imagino a los guionistas riéndose maliciosamente, mientras beben coñac y acarician a sus gatos. También me imagino al karma en plan: ¿querías un giro para Ward? ¡Toma, disfrútalo, bitch!

Mi karma es Leslie Chow.

Una, que tiene imaginación.

Evidentemente, a partir de aquí hay spoilers de Agents of Shield hasta el episodio 19, que es el que han emitido esta semana: The only light in the darkness.

La verdad es que Agents of Shield, al final, se ha convertido en mi estreno favorito del año, pues si desde The bridge habían mejorado, desde End of the beginning han vuelto a subir el listón. Sí, de nuevo.

Tras el episodio crossover con Thor: El mundo oscuro, donde tuvimos el placer de reencontrarnos con Lady Sif, la serie se encaminó hacia el lógico crossover con Capitán América: El soldado de invierno y, como ya he dicho, mejoraron todavía más. El descubrir que Hydra llevaba años infiltrada dentro de Shield no sólo supuso un arco cargado de tensión que aún continúa, sino un cambio de juego y, sobre todo, un tortazo en toda la cara. Pues podíamos desconfiar de los agentes secundarios, de esos que estaban por encima de Coulson y cía, pero nunca, jamás, se me pasó por la cabeza que Ward fuera de Hydra.

Con la carita de bueno que tiene y, al final, es de Hydra, si es que el hecho te deja así:


De hecho, después de ver el impactante final en el que asesina a sangre fría a la agente Hand y sus hombres, aún tenía la esperanza de que fuera un infiltrado. Una, que es ilusa. Pero ya es más que evidente que no, que es de Hydra, sin trampa ni cartón, aunque eso no quita que sienta aprecio por sus compañeros de Shield, lo que hace que su situación sea aún más interesante, pues Ward se ha convertido en el factor impredecible.

Ward era, con diferencia, el más soso del equipo. No era tan gracioso como Jemma, no tenía esa inocencia mezclada con coraje de Skye, ni la adorabilidad de Fitz y May funcionaba muchísimo mejor como badass. Pero era del equipo y tenía química con Skye, de hecho ganaba mucho en sus escenas con ellas. Por eso, es horrible que sea de Hydra, que, pese a admitir que les aprecia, tenga tan clara su lealtad por Garrett (alias El clarividente), aunque al mismo tiempo mola mil. Porque que uno de ellos sea enemigo sin que lo sepa da tensión, es interesante ver qué va a ocurrir y te acabas volviendo loca entre lo que mola todo y lo horrible que es.

De hecho, no sé vosotros, pero yo siempre me divido entre el querer que lo descubran y el que no lo haga y acabe librándose.


Me parece que no sólo han desarrollado la historia estupendamente (en serio, ¿alguien sospechaba de su traición?), sino que han optado por hacerlo de una manera tal que Ward se ha convertido en una bomba. Él es fiel a Hydra, pero también aprecia a los demás, lo que hace que me pregunte una y otra vez qué pasará cuando sea descubierto por todos y se habrá redención. De hecho, necesito saber qué ocurrió con él, por qué considera que Garrett le salvó la vida y por qué cree deberle tanto.

Además, en un alarde de crueldad impresionante, han decidido mezclar la historia de su traición con el corazón, con el romanticismo, con Skye. Porque el ligero flirteo, la cercanía, ha ido dando paso a que sienta algo por ella. Llamadme cursi, pero cuando disparó al falso Clarividente cuando éste amenazó a Skye, me pareció sincero en sus sentimientos, al igual que me lo ha parecido en cada escena con ella: desde ese primer beso (justo antes de que nos rompieran el corazón con la traición), hasta esa conversación en The only light in the darkness, cuando se abrió hacia ella más que a cualquier otro personaje, diciéndole aquel horrible secreto de su infancia.


Típico de mi suerte con los ships. Primer beso y él se descubre como un traidor.

Acercamiento súper mega molón que te hace entrar en fangirl mode on, él intenta llevarla ante los malos porque es la única que puede acceder a cierta información.

Es como si ahora Ward tuviera dos caras: por un lado, el espía enemigo al que no le tiembla el pulso a la hora de matar o de acatar órdenes; por otro, el Ward que tiene sentimientos, que se preocupa de verdad por Skye y que le dice a May, con aire arrepentido, que las órdenes son órdenes aunque no le gusten. Frialdad contra calidez, soldado contra agente, Hydra contra Shield.

No, en serio, ¿cómo nos hacen eso? Estoy tan confusa con el tema que creo que me voy a herir a mí mismo como un Pokemon.


Ni que decir tiene que Agents of Shield se ha convertido en una de esas series que, de verdad, espero con ansias y que estoy deseando saber qué va a ocurrir a continuación, sobre todo cuando en el último episodio Skye se marchó voluntariamente con Ward, pese a saber la verdad sobre él. Me imagino que habrá dejado un mensaje para que Coulson la siga y que llevará un rastreador, aunque siempre consiguen sorprenderme.

Y me he centrado en Ward, porque sinceramente creo que el giro que le han dado ha sido espectacular y que han conseguido que sea un personaje mucho más interesante y atrayente, pero el resto de tramas no andan a la zaga.

Desde esa especie de triángulo amoroso entre Fitz, Jemma y Triplett, más ligera que el resto y que se agradece, sobre todo porque Fitz enfurruñado al estar celoso tiene su gracia, hasta el distanciamiento de Coulson y May. De nuevo, los guionistas han sembrado unas bases con las que ahora nos están dando en la patata, pues durante la mayor parte de la temporada Coulson y May tenían una de las relaciones más estables y especiales, al ser confidentes. De hecho, May únicamente se relajaba con él, por lo que da cosica ver cómo están distanciados, sobre todo por parte de él. Que, por cierto, como impresiona Coulson cabreado, madre mía.

"Al partir un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós."
Lo siento, no he podido evitarlo, aunque me hace gracia que esté en Ontario y vaya en busca de Maria Hill, eso quiere decir...
¡¡Qué Robing Sparkles es Maria Hill! Quizás son dopplengangers...
Vale, vale, ya paro.

De momento, los hemos dejado casi en extremos contrarios, pues cuando Coulson ha comprendido que debe perdonarla, ella se ha marchado por su cuenta.

Los guionistas sí que son rameras despiadadas y no la gravedad, aunque por eso ha terminado molando tanto la serie. Creo que mitad de temporada están sabiendo recompensar a los que han tenido paciencia. Espero que la voz se corra, que la gente que la abandonó le dé una segunda oportunidad, porque de verdad que lo merece. No sólo está siendo entretenida a rabiar, sino que tiene absolutamente todos los ingredientes: romance, giros bien planteados e incluso sorprendentes, tensión, acción y, sobre todo, ha sabido mejorar a los personajes, hacer que nos encariñemos y usarlos para explotar el factor "Te destrozo la patata, espectador", lo que en las series suele suponer que también mola mil.

Y la semana que viene tendremos a Maria Hill de vuelta, que hace tiempo se rumoreaba que podría ser un personaje fijo de cara a la segunda temporada, ya que Cobie Smulders se ha quedado sin serie al finalizar How I met your mother. Yo lo compro porque Cobie es una diosa y sería un puntazo verla en un drama.


Fotito promocional del próximo episodio. Muero de ganas de verlo, aunque me dé miedito.

También se paseará por ahí el mismísimo Furia para el final de temporada, el cual tiene pinta de que va a ser de impacto si tenemos en cuenta lo que están haciendo ahora y que es un final de temporada.

Por favor, que sea de temporada. Yo quiero una segunda temporada.

También exijo que traigan a Tom Hiddleston, ya sabéis de mi amor por él.

Quizás algún día de pura insistencia tenga suerte (sigo diciendo que un cara a cara entre Coulson y Loki sería lo más de lo más), aunque no es que necesiten al God of mischief para liarla parda en realidad, ellos solitos se las apañan muy bien. Y, oyes, lo que mola.

En serio, si no estáis viendo Agents of Shield hacedlo. Ahora. Porque no os vais a arrepentir.

miércoles, 23 de abril de 2014

La insoportable levedad del terciopelo

El lunes se emitió el décimo episodio de Velvet, la nueva serie del tándem Bambú-Antena 3, que lo peta en cuestión de audiencias. Diez episodios ya, que se dice pronto, más de la mitad de la temporada. La cuestión es que yo no entiendo que a estas alturas se mantenga con ese éxito cuando, definitivamente, es la mayor decepción seriéfila que he visto.

Velvet no es una buena serie. Engaña, sí, porque la factura es impecable, porque la fotografía, la música y el aspecto de los actores no puede ser mejor, pero un mero vistazo de cinco minutos y Velvet se muestra el despropósito que es.


De hecho, tras diez episodios la veo más por inercia y por lo que podría ser, que por lo que es. También porque es, para qué engañarnos, la serie ideal para ver mientras cenas, tuiteas, vas al baño o te haces las uñas, básicamente porque es tan lenta que nunca te pierdes demasiado. De hecho, es bastante desesperante que con el gran casting que tienen (en general, pero luego iremos a eso) desaprovechen de tal manera el potencial que la serie tiene. Sólo hay que ver la poca partida que le están sacando a los pulsos de poder sobre la galería con tres villanos de chichinabo que apenas aparecen en la ficción y siempre con giros que más parecen sacados de una comedieta mala.

Y todo para centrarse en el amor. En el puñetero amor. No me entendáis mal, me encantan las historias de amor en las series, yo shippeo como la que más, pero cada vez es más evidente que Bambú no sabe llevar ese tipo de tramas, no saben crear romanticismo, ni emocionar. Que sí, que le ponen intención, pero no funciona. Nunca funciona, sino que te hace poner los ojos en blanco y preguntarte por milésima vez por qué sigues dándole una oportunidad a la serie.

Esta soy yo los lunes por la noche.

Resulta hasta un poco bochornoso ver a Paula Echevarria y a Miguel Ángel Silvestre hablar en los making off de lo bonito y romántico que es todo, de lo que la gente va a desear que sus parejas sean así y demás. Al menos yo tengo la sensación de que o me toman por tonta o los actores ven una serie diferente a la que veo yo.

Porque Alberto y Ana son el anti-romaticismo, sobre todo en el caso de ella. Los dos son, de lejos, los personajes más sosos y aburridos de Velvet, pero encima en el caso de Ana es que es directamente abofeteable. Me hace gracia que el resto de personajes te digan lo generosos y buenos que son, lo mucho que se sacrifican, como un presentador de la teletienda intentando engatusarte para que compres una chorrada. Porque sus actos les delatan, porque son una pareja de timadores que no están dudando en tomarle el pelo a una pobre chica que es más buena que el pan, mientras nos castigan (y a sus pobres amigos en la ficción) con sus idas y venidas.

Y es que Cristina les ha ganado la partida de calle. Es evidente que los guionistas decidieron optar por la opción de que la tercera en discordia no fuera alguien malo, sino una buena persona, algo que suele hacer del triángulo amoroso un tema más delicado. No es nuevo, ni mucho menos, pues ahí está Mario Ayala o Héctor Perea, ambos en Amar. Por poner sólo un par de ejemplos. La cuestión es que Cristina se ha descubierto como una chica buena, cariñosa, siempre con una sonrisa y dispuesta a ayudar y a aguantar los cambios de humor de un Alberto bipolar.


Por favor, que le busquen un novio en condiciones, alguien que la quiera y no la use, porque es la única víctima de la situación, pese a que Ana vaya llorando por los pasillos como la dolorosa del terciopelo.

Lo peor del caso es que se dedican a ocupar minutos y minutos con la historia de amor de estos dos y, encima, todas las tramas acaban girando en el mismo sentido. Así, la trama ligeramente de misterio de Max se ha acabado tornando en otra trama romántica al más puro estilo El graduado, con la diferencia de que tanto Carmen como Patricia también están loquitas por Max. De momento, Carmen se ha ido, pero seguro que no por mucho tiempo y que aún nos queda drama romántico por estos lares. Sig, qué pereza, qué pereza más grande.


La pena es que Patricia se ha acabado revelando como un personaje más interesante que el resto, al menos ha sido de las pocas que ha dado alguna sorpresa y que no ha resultado siendo lo que parecía en un primer momento.

Pero, de nuevo, la desaprovechan. Al igual que han desaprovechado la trama de Luisa, que cuando por fin hace algo interesante, ni siquiera se dignan a sacarlo en pantalla y no parece que vaya a haber consecuencias. Nada, le buscarán un novio, la meterán en otro triángulo, cuadrado o dodecaedro amoroso y listo. De verdad, es que llega al alma que se haya cargado al pervertido al más puro estilo Revenge y ni siquiera te den un mísero flashback, tan sólo esa escena de la señora de pervertido diciéndole que no pasa nada.

Pues bien. Mejor poner a Paula Echevarría llorando, a Miguel Ángel Silvestre tirando las cosas de su mesa y sus súper conversaciones en la terraza. Por cierto, menudo fallo de casting: no tienen química, no son especialmente buenos por separados y yo sigo sin entender por qué se empeñan en creer que Paula Echevarría es una estrella mediática, cuando siempre acaba siendo lo más soso y falto de interés de las series que protagoniza, porque en Velvet no mejora mucho lo que hizo en Gran reserva, quedando eclipsada por sus compañeros de reparto. Lo mismo le ocurre a Miguel Ángel Silvestre, el cual parece mentira que hace unos años fuera la sensación del momento visto lo mal que está de Alberto.

Porque, por suerte, además de Cristina, han tenido otros ciertos, que logran darle vidilla a la serie. Además, son los personajes más alegres, que le dan algo de frescura a Velvet y que tienen tramas, en apariencia, más leves que la historia de amor central.


Por un lado, la pareja formada por Mateo y Clara con Experiencia, que es algo irregular, pero que ha tenido un giro de lo más acertado al cambiar los papeles. Desde luego, Clara gana enteros haciéndose la difícil, en vez de mareando tanto a su hermana como a Pedro. La verdad es que ver a Mateo celoso perdido, incluso borracho, fue lo más y Marta Hazas y Javier Rey tienen muy buena química. Además, Mateo es otro santo, que debe aguantar las continuas pajas mentales de Alberto, siendo también amigo de Cristina y encargándose de llevar las galerías.

Digo "otro" porque en ese sentido Rita es la reina de las amigas pacientes. Rita es lo más, así, en general. Pero, vamos, que me revienta a mí que Rita tenga que estar escuchando pacientemente las paranoias de Ana y encargarse de sus propios problemas ella sola o que su amiga sea incapaz de pasar una noche en París con ella. Oh, qué gran sacrificio, por favor. En realidad, me revienta que Rita no sea la protagonista de la serie porque es, de lejos, el mejor personaje, tan risueña, graciosa y coladita por Pedro, algo entendible, que el muchacho es un amor. De hecho, los dos junto a Manolito han sido los únicos en transmitir ternura al formar esa especie de familia improvisada. Por cierto, Manolito también sacó el lado más tierno de don Emilio y era un crío la mar de mono, ojalá volvamos a verlo de vuelta.


Sí, pido el regreso de un niño televisivo y no, no tengo fiebre, pero Manolito supuso una ligera revolución pues no sólo acabó por romper la relación de Clara y Pedro, algo que se vio desde el primer momento y costó en llegar, sino que no dejaba de repetir a su padre que Rita era mucho mejor. Y, oye, para una pareja que de verdad me interesa, pues si está el nene (tan mono él) juntándolos mejor que mejor.

Finalmente, otro de los personaje que dan frescura y alegría a Velvet es Raúl de la Riva, el diseñador interpretado (magistralmente como siempre) por Asier Etxeandia. Resulta curioso que un personaje a priori egocéntrico y con el complicado talante de un artista, tenga más corazón que casi todos los demás personajes. La cuestión es que es de los pocos placeres que ofrece Velvet y Raúl siempre acaba, al igual que Rita y Pedro, ofreciendo las mejores escenas, arrancando sonrisas y ofreciendo calidez y humanidad a un relato tan acartonado y frío como es, en general, Velvet.

Pronto me imagino que llegará la pareja formada por Diego Martín y Amaia Salamanca, el hermano y la cuñada de Cristina y es una de las pocas razones que tengo para seguir viendo Velvet. Ojalá revolucionen un poco las insustanciales galerías, pongan en marcha más puñaladas traperas porque cada vez en más evidente que, por mucho que quieran, Velvet no es la gran comedia romántica que sus responsables creen (y ellos dicen) que es.

A decir verdad, me pregunto si éstos han visto alguna vez alguna comedia romántica o alguna comedia porque con Velvet reírse, reírse... pues muy poco. Y tampoco es que en diez episodios hayan conseguido emocionar demasiado, salvo con la trama de Pedro despidiéndose de su hijo.

Así que, por favor, menos lágrimas y caras de mártir de Paula Echevarría, menos berridos de Miguel Ángel Silvestre y más tramas alegres y desenfadadas al más puro estilo Rita o Raúl porque, definitivamente, Velvet ganaría enteros.

PD: ¡Feliz día del libro! =D

lunes, 21 de abril de 2014

Show

Tras pasarme el fin de semana sin Internet, qué genial es volver :3 Encima, hoy os traigo la reseña de una novela que me gustó mucho y que estaba deseando leer: Show, la segunda parte de Play del escritor Javier Ruescas.

Tras que la verdad sobre Play Serafin saliera a la luz, la vida de los hermanos ha cambiado considerablemente: Leo, de vuelta en España, se presenta a todo casting que le surge sin éxito e intenta aferrarse a su relación con Sophie, con quien convive; Aarón sigue en la torre Develstar, esperando que se cumpla el tiempo acordado y anhelando su libertad, cuando conoce a Zoe, una violinista que le devuelve la ilusión.

Pero la incursión de Zoe en Develstar no es casual, ya que éstos están preparando un reality donde varias estrellas de Develstar tendrán que mostrar su talentos y Develstar la quiere en él... al igual que a Aarón, a quien, a cambio de ganar, le ofrecen lo que más desea: su libertad. Así, con Aarón dentro del reality y Leo ejerciendo de su defensor en el exterior, los hermanos Serafin intentan librarse de una vez por todas de Develstar.

Lo que más me llamó la atención de Show fue el cambio de escenario. Si en Play, su predecesora, Javier Ruescas nos sumía en el mundo de la fama y en cómo alcanzarla, en Show nos encontramos de lleno en un reality tipo Operación triunfo. Así, mantiene la fama como leitmotiv, pero no cae en repeticiones al cambiar la situación por completo, ya que en esta ocasión Aarón es quien está en la palestra y Leo quien permanece en el fondo, todo ello ambientado en el reality, lo que me pareció muy original.

De hecho, disfruté muchísimo la trama del reality. Quizás sea porque siempre me han gustado los programas en plan Operación triunfo, pero la cuestión es que me pareció muy interesante ver los entresijos del programa con Aarón participando y Leo viviéndolo y analizándolo desde fuera.

Además, en esta segunda parte los personajes han tenido una buena evolución, pese a mantener su personalidad. Por un lado, Aarón ha ganado en espontaneidad, en disfrutar más el momento y dejarse de penas, pese a seguir siendo la voz de la razón y el chico sensible que conocimos. Por otro, Leo sigue siendo extrovertido, vehemente y de los que piensan después de reaccionar, pero también es más maduro y sensible y se ha visto reforzado. Por lo menos, a mí me cayó infinitamente mejor que en Play y no quise estrangularle ni siquiera una vez.

En Show también nos encontramos ante nuevos secundarios, los cuales están escritos con mejor tino que en Play. Los participantes del reality se adaptan muy bien a las necesidades de la historia y de los realities, teniendo personajes insoportables, pero otros mucho más agradables como Shanon y Chris. Entre los nuevos, la que más papel tiene es Zoe, el nuevo interés amoroso de Aarón, una violinista alegre y divertida que saca de Aarón su mejor versión. He de decir que la historia entre los dos me resultó mucho mejor construida, que las que había en Play: tienen escenas muy, muy bonitas, incluso románticas.

Por lo demás, se mantiene fiel al espíritu de la saga, al ser una novela entretenida donde el ritmo no flaquea nunca y donde no deja de pasar una cosa tras otra. Eso sí, de nuevo vuelve a ser predecible y los supuestos giros no logran sorprender como deberían (lo de Winky era tan evidente que con leer el nick se sabía, al igual que la parte de Sophie o las maniobras de Develstar). Sin embargo, como ya dije en la reseña de Play, como ni es un thriller, ni una novela negra, sino una historia sobre dos hermanos y la fama, pues no importa, sobre todo porque Show se lee muy fácil, muy rápido y se disfruta muchísimo.

Eso sí, en esta ocasión he de quejarme de un pequeño detalle que ha tenido la editorial. La edición es muy chula, el estilo de las portadas me parece muy chulo, pero, por favor, ¡contratad a un corrector, coña ya! En Play no me di cuenta, pero en Show he visto varias erratas, incluida una confusión en un nombre y, no sé, no es plan, ¿no?

Y ya sólo me queda decir que estoy deseando leer la última parte, Live, y descubrir qué nuevo giro les tiene reservado Javier Ruescas a los hermanos Serafin.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Leal de Veronica Roth.

viernes, 18 de abril de 2014

Recomendación épica: Orphan black

Aprovechando que mañana sábado se estrena la segunda temporada de Orphan black, he decidido contaros las maravillas de la serie para que os enganchéis y eso. Porque Orphan black mola mil y todo el mundo debería verla y dedicarle altares y procesiones a Tatiana Maslany, que se lo merece.

Razón number one, súper importante y seria y profunda: Paul. Echadle un vistacito al muchacho.

Este es Paul. La camiseta no quiso salir en la foto, imagino que no os molesta ;P


En el piloto ya sale sin camiseta. Los guionistas saben cómo convencer a una chica ^^

Ah, que hay quien quiere más razones... Entiendo, entiendo... Vale, me concentro, que esta admirando los pectorales de la razón number one y se me va la pinza. La cuestión es que, maromo aparte, Orphan black mola mucho por otras muchas razones: desde el argumento, hasta los personajes y, sobre todo, su actriz protagonista.

La serie empieza con Sarah Manning en una estación, donde ve a otra chica exactamente igual que ella tirarse a las vías. Tras la sorpresa inicial, Sarah coge las cosas de la suicida y confirma que son exactamente iguales, por lo que decide ver cómo es la vida de la suicida, Beth Childs. Resulta que Beth tiene una buena vida, además de una buena cantidad de pasta en el banco, así que, ¿qué hace Sarah? Hacerse pasar por Beth con la idea de conseguir su dinero y poder largarse para empezar de cero con su hija y Felix, su hermano de acogida y mejor amigo.

¿El problema? En realidad, no hay uno, sino muchos. Beth es policía y está siendo investigada por haber matado a una civil en acto de servicio, por lo que su compañero no le quita ojo de encima. El cuerpo de Beth aparece y acaban creyendo que es el de Sarah. Y, sobre todo, de pronto le sale otra chica exactamente igual que Beth y que ella, la cual es asesinada frente a Sarah. Pero resulta que no es la única, de hecho Sarah descubre que Beth estaba investigando los asesinatos de mujeres que eran idénticas a ella... vamos, que son clones.


Y, sí, puede parecer una ida de olla, pero la cuestión es que funciona. Funciona muy bien. No sólo acabas arrastrado por los giros, preguntándote qué narices ocurre (¿Es alguna la original? ¿Por qué las han clonado? ¿Quién y por qué les está dando caza?), sino que es terriblemente entretenida y también divertida.

Porque poco a poco vas conociendo a otros clones, que van adquiriendo protagonismo. A Beth la conocemos un poco por cosas que va descubriendo Sarah, por comentarios de otros personajes, pero hay otros dos clones que acaban teniendo mucha importancia: Alison, la típica madraza maruja, y Cossima, que es una científica que está intentando averiguar qué ocurre con los clones.

Yo soy súper fan de Alison, por cierto. La tía es genial.

La cuestión es que todos los clones son interpretados por Tatiana Maslany que, como he dicho, es grande, es divina, es lo mejor de lo mejor. Porque la tía lo hace de puta madre, sabes quién es quién sólo por sus gestos, por cómo los interpreta, incluso cuando hay giros locos de un clon haciéndose pasar por otro. Por cierto, esas tramas son siempre muy guays, sobre todo cuando las provoca Alison. En serio, nunca, jamás, cabreéis a una maruja a la que le encantan las manualidades, no lo hagáis.

Gracias a Alison NECESITO una pistola de poner purpurina de esas. Es que ni Jordi Cruz, chavales.

Yo por Tatiana Maslany salía de procesión en plan de llorar porque llueve, con eso lo digo todo.

Pero no sólo Tatiana y sus clones le dan vida a Orphan black, ya que, entre tanto personaje misterioso que no sabes a qué mierda juega, está Felix. Felix es el puto amo. Así, sin más. Basta que haya escrito y publicado esto para que resulte que Felix sufra mi maldición (lo que implicaría A) ser malo; B) volverse loco; C) morirse... a veces hacen las tres cosas :S), pero bueno, espero que eso no pase.

La cuestión es que Felix es el hermano de acogida de Sarah, se crió con ella y son inseparables. De hecho, Felix siempre está dispuesto a ayudarla con lo que sea, incluso metiéndose en líos locos de clones. Además, Felix es un artista gay con mucho estilo y una lengua viperina que es lo más. El tío tiene unas frasazas... Lo adoro, vamos. Encima, me gusta muchísimo la voz del actor. Sí, es un comentario súper profundo también, no creáis que no lo sé.


Aprovechando que es Semana Santa y tal, deberíais ver Orphan Black porque sólo son 10 episodios, no hay ni una mísera trama de relleno y no deja de haber un giro tras otro. De hecho, yo devoré la primera temporada en un fin de semana. En serio, si empezáis a verla, no vais a parar porque, como ya he dicho, mola mil. Eso sí, prepararos para sufrir una vez alcancéis el ritmo de emisión porque esta gente no acaba un sólo episodio sin dejarnos ganas de ver el siguiente.

Que, por cierto, gracias infinitas a Rapsody por recomendármela =D

miércoles, 16 de abril de 2014

En blanco y negro: Capítulo 34

Aunque es miércoles santo y ya estoy de vacaciones (yupi =D), os traigo un nuevo capítulo de En blanco y negro, la continuación de Cuatro damas. Así que, nada, sin más dilación, el capítulo 34, Volverte a ver.

Mientras Jero sigue buscando a Deker con la inesperada ayuda de Clementine, Álvaro y Gerardo se enfrentan por Tania, ya que su sangre seguramente traiga de vuelta a Felipe. ¿Lograrán despertar del coma al rey de los ladrones?



Bueno, pues ya tenemos a Felipe de vuelta, algo que espero que os haya gustado y también, poco a poco, cada personaje va ocupando su lugar de cara al final. También espero que hayáis perdonado un poco a Tania y, como siempre, que os haya gustado el capítulo. Ya sabéis, si tenéis cualquier comentario, yo tan feliz de leerlo ^^

En dos semanas, más.

Próximamente: Antes de la tormenta.

lunes, 14 de abril de 2014

La biblioteca de los muertos

Mi padre tenía por ahí desde hace tiempo La biblioteca de los muertos de Glenn Cooper, el cual le regalamos porque le habían recomendado y todavía no lo había leído. Así que, tras que me diera una ventolera, decidí adelantarme porque la palabra "biblioteca" en el título me atraía muy, mucho y acabé leyendo la novela sin saber muy bien qué iba a encontrar, salvo que era un thriller.

Nueva York, año 2009. Un asesino en serie está actuando, lleva ya nueve víctimas y el FBI no sabe qué hacer para atraparle, sólo saben que sus víctimas reciben una tarjeta con una fecha y una tumba y que mueren ese día. Tras que el encargado del caso tenga que cogerse la baja, Will Piper acaba haciéndose con el caso, pese a que no desea hacerlo. Will era un especialista en atrapar asesinos en serie, pero su carrera se truncó y ahora sólo desea esperar a que llegue su jubilación. Sin embargo, tendrá que encargarse del caso junto a una agente relativamente novata, Nancy Lipinski.

En realidad, hay más tramas que esa, pero prefiero explicaros únicamente el punto de partida y no estropear la sorpresa, pues La biblioteca de los muertos acaba entretejiendo de maravilla todas las tramas que plantea hasta que, al final, se convierten en un todo que tiene muchísimo sentido. La cuestión es que la novela va saltando de un personaje a otro, incluso de una línea temporal a otra, jugando con pasado y presente, sembrando tramas que, como ya he dicho, acaban convergiendo al final.

Por eso, la primera parte es un poco más confusa, pero una vez que entras un poco en la novela, ésta te acaba absorbiendo y enganchando y es sencillo pasar de una trama a otra. Así, por ejemplo, el libro comienza con el asesinato de una de las nueve víctimas del asesino, para saltar a un flashback de Will.

El resto de la novela no puede ser más adictivo e interesante y no puedes dejar de leer para saber qué va a pasar a continuación o saber qué narices está pasando. Glenn Cooper maneja muy bien la intriga, también la acción y la resolución. Hay thrillers que se desinflan de cara al final, pero no es el caso de La biblioteca de los muertos, donde el caso se resuelve de manera muy original. De hecho, la propuesta es muy original y los giros que incluso le da a las partes históricas están muy bien pensados.

Lo que no es original son los personajes, basados todos en estereotipos de esta clase de novelas, aunque no por eso dejan de funcionar en la historia o no les coges cariño. Así, tenemos al detective en horas bajas, que bebe demasiado y cuya vida personal es un desastre; también tenemos a la chica inteligente, responsable, que aún cree en lo que hace y se esfuerza como nadie; e incluso al empollón pringado que, debido a las pullas de los demás, acaba desarrollando rencor y envidia hacia éstos, aunque en el fondo es más complejo de lo que parece.

Por supuesto, hay más personajes, pero esos tres son los que más páginas ocupan y los que están más desarrollados, mientras que el resto tienen una presencia más bien puntual.

En lo que respecta al estilo de Glenn Cooper no tengo más que buenas palabras. La biblioteca de los muertos está escrita en tercera persona, siguiendo los hechos y las cavilaciones de sus personajes con una muy buena pluma. Además, Cooper logra crear una atmósfera adecuada a cada tipo de trama, haciendo que te hagas una idea muy clara de cómo es un lugar y el ambiente sin excederse en las descripciones. También logra adaptarse muy bien a cada tipo de escena, desde las de acción a otras más pausadas que, sin embargo, no resultan aburridas, ni siquiera cuando se centra en el pasado, donde los hechos no son tan dinámicos.

Una vez terminé el libro descubrí que, oh, sorpresa, era una trilogía. Si es que tengo un ojo... Pero, bueno, La biblioteca de los muertos me ha gustado mucho y Glenn Cooper me ha parecido todo un descubrimiento, así que estoy deseando saber cómo continúa la historia en El libro de las almas.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Show de Javier Ruescas.

domingo, 13 de abril de 2014

Maromo de la semana 168

Este domingo llego a tiempo de cambiar el maromo, yey =D Bueno, no me voy a andar con rodeos y, dado que vi Capitán América: El soldado de invierno la semana pasada y me encantó, pues me he quedado con uno de sus maromos. Uno, además, al que ya le tenía echado el ojo desde hace tiempo porque hay que ver cómo está el condenado, ¡arg! Y estoy hablando de...

Sebastian Stan


Sebastian nació el 13 de agosto de 1983 en Constanza, Rumania. Su madre era pianista, por lo que se acabaron mudando a Viena y, años después, a Nueva York. Allí, su madre se casó con el director de una escuela privada, por lo que asentaron ahí definitivamente. En el instituto, Sebastian empezó a actuar en funciones escolares, algo que repetía en los campamentos de verano y que le gustaba tanto que acabó decidiendo que sería actor, por lo que, cuando terminó el instituto, ingresó en la Escuela de Artes Mason Gross y, después, acabaría marchándose a Londres para estudiar teatro en el teatro The Globes durante un año.

Al regresar a Estados Unidos, Sebastian comenzó a trabajar y, de hecho, debutó en el año 2003 en un episodio de Ley y orden. Durante los años siguientes participó en varias películas como Tony 'n' Tina's wedding, Red doors, The architect, La alianza del mal (o de los maromos porque, madre mía, además de Sebastian trabajan Chace Crawford y Taylor Kitsch) o The education of Charlie Banks. En el 2007, además, consiguió un papel en Gossip Girl como Carter Baizen, que iba y venía de la serie como les apetecía a los guionistas, aunque estaba muy, muy, muy guapo :3


Tras aparecer en las películas La boda de Rachel (la prota es Anne Hathaway, por cierto) y American playboy (la de Ashton Kutcher, sep), Sebastian consiguió un papel fijo en la serie Kings, protagonizada por Ian McShane y Christopher Egan (que es el chico de Cartas a Julieta, so mucho love for him) y que, aunque todo el mundo la esperaba con ganas y debía estar bastante bien, no tuvo buenas audiencias y únicamente duró una temporada. Mmm, lo malo es que ahora la mezcla de Christopher y Sebastian me mola tanto que me apetece verla. Damn it!

Tras Kings, Sebastian se dedicó al cine y encadenó un proyecto tras otro: Jacuzzi al pasado, Cisne negro y, sobre todo, fue fichado por el binomio Marvel/Disney para interpretar a Bucky Barnes el love interest amigo del alma de Steve Rogers, más conocido como Capitán América. Y Bucky es un amor, en serio, es súper mono y tiene una historia súper jodida en la peli, pero al mismo tiempo mola mil.


Y entonces llegó el año 2012 y fue el año de Sebastian, ya que además de trabajar en las películas Sin rastro y The apparition, fue uno de los protagonistas de la mini-serie Political animals. Bueno, originalmente creo que era una serie, pero como no tenía muy buena audiencia, la dejaron en mini-serie. Además, también fichó por Once upon a time, donde era Jefferson, es decir, el genialísimo Sombrerero loco. Hay que ver lo empotrable que sale en Once, madre mía, en serio, con esas pintas y las miradas de loco. De hecho, es muy guay cómo Sebastian hace de Sombrerero pre-Wonderland y post-Wonderland. Lo malo es que en la segunda temporada le dan una especie de final feliz y ya no hemos vuelto a verlo, pero, jo, ojalá vuelva, que lo echo de menos.

A finales de ese año, participó en la miniserie Labyrinth, donde también trabajaron actores como John Hurt, Tom Felton o Jessica Brown Findlay. Y, después, se dedicó a rodar Capitán América: El soldado de invierno, donde se le puede ver actualmente y es una película que yo recomiendo muy, mucho, por cierto.

miércoles, 9 de abril de 2014

Capitán América: El soldado de invierno, Anthony Russo y Joe Russo, 2014

El viernes pasado fui a ver Capitán América: El soldado de invierno (que yo le habría titulado: Capitán América, todo dios le tira la caña, pero bueno) y, la verdad, ha sido de las películas marvelianas que más me han gustado. De hecho, aunque la primera entrega me sorprendió gratamente y me gustó, esta segunda entrega ha sido todavía mejor, como ocurrió con Thor: El mundo oscuro.

Tras todo lo ocurrido en Los vengadores, Steve Rogers (también conocido como Capitán América) está viviendo en Washington D.C., donde trabaja para Shield y Nick Furia, de quien no se fía demasiado. Pese a eso, Steve lleva una vida estable: trabaja con la Viuda negra, quien está empeñada en buscarle una cita; ha conocido a Sam Wilson, un veterano de guerra; le gusta su guapa vecina...

Sin embargo, tras una misión en apariencia sencilla, el mundo de Steve se viene abajo cuando un misterioso hombre aparece: es un famoso asesino, El soldado de invierno. Y, con su aparición, la situación se complica de tal manera que Steve y Natasha se ven obligados a actuar al margen de Shield cuando los toman como traidores y prófugos. Sin saber qué ocurre y en quién confiar, ambos deben investigar un misterioso pendrive y enfrentarse al Soldado de invierno, alguien más cercano a Steve de lo que él mismo se imagina.

Bueno, como no me gusta spoilear, he contado el argumento de la película un poco de aquella manera (aunque la identidad del Soldado de invierno es de cajón, pero bueno). Además, los giros en esta película son importantes, pese a que algunos sean bastante predecibles, ya que no estamos ante la típica película de superhéroes. Sí, hay acción a raudales, explosiones, hostias a mansalva y personas uniformadas súper molonas, pero el argumento no se ajusta al de las demás películas de este tipo: aparece malo, muy malo, amenaza al mundo y protagonistas deben luchar contra él y, de hecho, tras unos primeros asaltos reñidos, acaban ganando.


El soldado de invierno, en cierta manera, es más un thriller de espionaje que una película de superhéroes al uso. Y la cuestión es que funciona muy, muy bien. Durante las dos horas y media de película es imposible despegar la mirada de la pantalla, ni desconectar del argumento. No sólo es entretenida, sino que es trepidante y a mí, personalmente, me gustó muchísimo la línea argumental.

Pese a que el verdadero villano estaba claro desde el principio, tanto su plan como las averiguaciones que van haciendo Steve y Natasha, están muy bien orquestados, tienen sus migas y, sobre todo, deja una situación de lo más interesante.

Además, en El soldado de invierno tampoco nos encontramos con un malo al uso. Sí, es cierto que la idea de que el verdadero enemigo esté escondido y la cara visible no deje de ser una marioneta ya la han usado (Ironman 3, sin ir más lejos), pero en El soldado de invierno le han dado varios giros de tuerca y no deja de hacer la película más interesante. En primer lugar, porque El soldado de invierno es todo un badass y da gusto verlo repartiendo leches; en segundo lugar, porque al ser alguien tan cercano a Steve dota a la historia de un halo de tragedia y dilema que hace que te acabes implicando, que no sea una historia tan típica o sencilla, pues la crueldad de la historia del Soldado de invierno tiene su miga.

Y, como en buena película Marvel, esa trama de espionaje y drama personal está acompañada de unas grandes escenas de acción y, también, de humor, que son de agradecer. De hecho, en El soldado de invierno esa mezcla entre drama, acción y escenas más ligeras está mucho más conseguida que en Thor: El mundo oscuro, que pecaba de pasar de un estado a otro con brusquedad.


Otra de las cosas que me ha gustado mucho de esta secuela es el tratamiento de los personajes. Creo que ya lo dije, pero me repetiré por si acaso: nunca he sido fan del Capitán América de los cómics, es demasiado recto y perfecto, por lo que es un personaje predecible y soso. Sin embargo, Chris Evans y el guión han hecho que me vuelva a sorprender y encantar el personaje.

En primer lugar, porque se nota su paso por Los vengadores, sobre todo las escenas que compartió con Tony Stark: ya no cree en nada ciegamente, se hace preguntas y tiene claro que Furia es un espía y, por tanto, oculta cosas. Personalmente creo que está muy conseguido que mantenga ese espíritu del Capi, con su moral y su heroicidad, pero con ese toque de desconfianza y de humanidad.

En segundo lugar, porque, de nuevo, Chris Evans dota de adorabilidad al personaje, de cierta inocencia e inseguridad, que le hace todavía más humano. A fin de cuentas, Steve no deja de ser un hombre que ha pasado setenta años hibernando. Por cierto, sigo flipada no, lo siguiente, porque su lista de tareas pendientes incluya a Camilo José Cela y Héroes del silencio. Ahora me lo imagino cantando Entre dos tierras, dándolo todo.

Por suerte, no sólo El Capi sale reforzado, sino que se le da más protagonismo y se explora más a otros viejos conocidos que, hasta el momento, habían pasado como de puntillas. Porque, al menos a mí, La viuda negra me daba la sensación de que estaba ahí como representante femenino; ni siquiera le sacaron algo de chicha a la situación con Ojo de halcón en Los vengadores y quedaba eclipsada por otros personajes. No obstante, en El soldado de invierno me ha gustado mucho, más allá de verla pateando culos: como amiga de Steve (muy buena idea juntarlos y de esta forma, mola), como persona (sus momentos de duda, sus reacciones)...


Y lo mismo podríamos decir de Furia, que el buen hombre lleva paseándose por ahí desde la primera Ironman, pero sus apariciones eran más testimoniales que otra cosa.

En lo que se refiere a las nuevas incorporaciones, también tengo únicamente buenas palabras: Sam Wilson es un buen recurso cómico y, la verdad, verlo volar y pelear junto al Capi no podía ser más alucinante. Eso sí, ¿por qué han tenido que llamarlo Falcón? Joder, ¿tanto les costaba dejarle o bien Falcon o bien Halcón, que es como se le conoce en los cómics?

La otra incorporación que más me llamó la atención fue la del personaje de Emily Vancamp, Sharon, que no aparece mucho, pero para los que hemos leído los cómics o conocemos la historia pues sabemos que será importante. De hecho, tiene varias escenas muy molonas y el final deja claro que la volveremos a ver.

Para acabar la parte seria de la reseña, o donde no se me va la pinza (como queráis), sólo me queda señalar que no sólo Chris Evans está fantástico, sino todos los actores, sobre todo Sebastian Stan, que tiene uno de los papeles más extremos y, encima, con dos facetas completamente diferentes.


Y ahora, aviso, se me va a ir la pinza. Del todo. Por eso, si no queréis comeros spoilers o leer desvaríos, saltaos el párrafo siguiente.

La cuestión es que yo creo que El soldado de invierno es la película Marvel más romántica que han escrito jamás. Ni Tony con Pepper, ni Natasha con Ojo de halcón o, muchísimo menos, Thor con la pavisosa, la historia de las historias es la de Steve con Bucky. Que es un dramón, oye, pero es que se dicen unas cosas y hacen unas cosas con otros. Yo qué sé. Bucky tiene el cerebro lavado, pero ve a Steve y empieza a recordar. ¡Coño! Un beso y lo arregla del todo al más puro estilo Once upon a time. De hecho, hasta con segundo lavado de cerebro incluido, salva a Steve... quien casi muere porque no quiere ni herir, ni dejar que le pase nada a Bucky, convertido en un arma mortal controlada por un loco. Lo dicho, súper romántico todo.

Vuelvo a la normalidad un párrafo más para comentar que el final es sencillamente brutal y que deja abiertos varios caminos interesantes: desde el cambio en el juego, como quien dice, que se tiene que ver reflejado en Agents of Shield, hasta los detalles de las películas que se verán. Por un lado, con la primera escena post-créditos que da pistas sobre la segunda parte de Los vengadores y, por otro, la trama que queda abierta para la tercera película del Capi.

9'5/10

PD: Como soy como soy, me hizo una ilusión tremenda ver la vara de Loki... eh... vale, eso suena un poco bastante mal... ¿no? Mmm, a ver esto: el cetro de Loki. Suena mejor, ¿verdad? Bueno, vamos, que me ha molado lo que no está escrito ver el cetro y comprobar que, aunque no salga, Loki siempre se las apaña para estar presente en todos los sitios, xD.

lunes, 7 de abril de 2014

Once escándalos para enamorar a un duque

Hoy os traigo la reseña de un libro que me moría por leer, ya que era el final de la trilogía Love by numbers de Sarah McLean: Once escándalos para enamorar a un duque. Por si no lo sabíais, El amor en números (o, como la llamo yo, la saga de los títulos cortitos ;P) es una trilogía romántica que en España publicó Versátil y que recomiendo muy mucho. La primera entrega, Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja, me gustó muchísimo, aunque la segunda, Diez lecciones para dar caza a un Lord y que te adore, supuso una decepción.

Pero hoy toca hablar de la última parte, de la novela que se centra en la hermana más joven, en Juliana, que, además, es la mejor entrega de la trilogía: Once escándalos para enamorar a un duque, a partir de ahora Once escándalos, para abreviar y eso.

Juliana Fiori lo tiene difícil para encajar en la encorsetada sociedad inglesa, puesto que es la hija fuera del matrimonio de una marquesa y, además, un espíritu libre, alguien apasionado y decidido al que no le importan ni los cotilleos ni la habladurías de la sociedad londinense. En conclusión, Juliana es el tipo de mujer del que el duque de Leighton, parangón de la rectitud y de la reputación intachable, huiría casi desesperadamente, sobre todo estando en el momento tan delicado en el que está: con su hermana a punto de tener un hijo sin estar casada.

No obstante, Leighton y Juliana siempre acaban encontrándose y, tras un malentendido ocurrido hace tiempo, se llevan a matar. En una de sus discusiones, acaban haciendo una apuesta: Juliana tiene dos semanas para mostrarle que la pasión es lo más importante en la vida y que nadie puede resistirse a ella, ni siquiera el duque del desdén.

En esta ocasión nos encontramos con dos viejos conocidos, pues tanto Juliana como Leighton fueron presentados en la primera entrega, donde leímos como se conocieron y se gustaron... hasta que Leighton descubrió quién era Juliana en realidad. Desde entonces, los dos no pueden ni verse, aunque, en el fondo, no dejan de pensar en el otro: Juliana cree que Leighton no quiere saber de ella por ser una bastarda y, de ahí, que le importe lo que él opina sobre ella, aunque no piense reconocerlo bajo ninguna circunstancia; Leighton, por su parte, cree que Juliana sólo quería cazarle como marido, por lo que está profundamente decepcionado, pero al mismo tiempo intenta cuidar de ella y que no estropee aún más su reputación.

Con ese punto de partida tenemos el conflicto, que explica los dimes y diretes de nuestros protagonistas. Dos personajes con carácter que, pese a llevarse a matar, siempre se acaban encontrando. Personalmente, me gustó mucho cómo Sarah McLean lleva el tira y afloja entre Juliana y Simon, el duque de Leighton, sobre todo porque su historia llevaba planteada desde la primera entrega y, pese a eso, no resulta ni previsible, ni repetitiva, sino todo lo contrario: su evolución es tan constante que engancha como ninguna otra.

En ese sentido, me ha recordado a Nueve reglas, donde la relación iba cambiando, se iba enfrentando a distintos problemas y fases diferentes, en vez de Diez lecciones que se limitaba a dar vueltas a lo mismo una y otra vez.

También se ha parecido a Nueve reglas en la magia, en la chispa, que hay entre ellos dos. Los diálogos, las situaciones y cada escena entre Juliana y Simon está llena de química y es una auténtica delicia leerles. Tienen momentos muy, muy divertidos y otros tan románticos como apasionados.

Además, resulta refrescante que Juliana sea la protagonista. Tanto Callie como Isabel, las protagonistas de los libros anteriores, no son damas inglesas tradicionales, pero Juliana es todavía más distinta. Ella es una chica italiana, que se ha criado con su padre lejos de normas de etiqueta, reputaciones y demás parafernalia, por lo que es muy interesante ver la sociedad londinense a través de sus ojos: cómo no entiende las costumbres, lo sumamente estúpidas que le parecen algunas cosas, cómo las supuestas damas virtuosas pueden llegar a ser mucho peor que ella y sus allegados, que son los que gozan de mala reputación...

Juliana, por cierto, es una gran protagonista. Decidida, valiente, franca, deslenguada, pero también sensible y con varios problemas a la espalda. Porque Once escándalos no habla sólo de amor, sino de aceptarse a uno mismo y de cómo los hijos pueden pagar por los pecados de los padres. Juliana se limita a ser la heroína de la historia romántica, sino que toda la situación tiene más miga: el miedo a ser como su madre y acabar hiriendo a todo el mundo; el miedo a que sus hermanos le den la espalda, algo que cree que merece; el creerse indigna...

Todo está perfectamente hilado y ambas facetas (la romántica y los traumas familiares) encajan como si fuera un puzzle, haciendo que la gran Juliana tenga una gran evolución.

Aunque para evolución la de Simon. A fin de cuentas, la historia de Juliana trata sobre aceptarse a uno mismo, tampoco nos contaba nada que no conociéramos de ella, sino que la desarrollaba más, pero a Simon no lo conocíamos como persona. Sólo sabíamos que era el duque de Leighton y que, para él, la reputación lo era todo.

Y ha sido un placer conocerle, ver por qué era como era (de nuevo, gracias a una madre terrible, qué trauma tiene Sarah McLean con los progenitores) y ver como Juliana, poco a poco, derretía la coraza de hielo que él mostraba al mundo. Porque Simon, aunque no lo pareciera o cometiera errores, es un buen hombre. También es sensible, apasionado y valiente y tiene unas escenas muy, muy chulas.

Como veis, Once escándalos recupera por completo el espíritu de Nueve reglas, que estaba ausente en Diez lecciones: la química, los diálogos chispeantes, la evolución constante, que transcurra un tiempo comprensible... y, sobre todo, la importante de los secundarios. En Once escándalos nos reencontramos con todos los personajes de las novelas anteriores: Callie, sus hermanos Benedick y Mariana, el marido de ésta, Isabel y, sobre todo, los hermanos St. John. De hecho, las apariciones de Gabriel (más numerosas que las de su hermano, aunque es pura lógica) son todas para enmarcar, ya sea con su hermana o con Simon.

Vamos, que Once escándalos para enamorar a un duque es una gran novela romántica: entretenida, amena, divertida y apasionada. Un broche de oro para una trilogía que no puedo dejar de recomendar.

Que, por cierto, Sarah, entre tú y yo, ¿para cuándo una novela que le busque churri a Benedick, eh, eh?

El próximo lunes literario estará dedicado a... La biblioteca de los muertos de Glenn Cooper.

jueves, 3 de abril de 2014

En blanco y negro: Capítulo 33

Lo prometido es deuda y ayer prometí que hoy publicaría el nuevo capítulo de En blanco y negro, así que aquí está. No me enrollo más y os dejo con el capítulo 33: Tan lejos, tan cerca.

Tras que su mejor amigo se fuera propinándole un puñetazo, Jero intenta matar el tiempo leyendo, lo que le lleva a descubrir algo y, a su vez, ese descubrimiento le hace intentar encontrar a Deker, haciendo equipo con quien menos se lo espera.



Lo primero de todo, pediros perdón por el error de edición, pero el Word estaba farruco y porculero como él solo y no he podido arreglarlo. ¡Maldito seas, Word!

Este ha sido el capítulo de Jero, así que espero que os haya gustado y que hayáis entendido un poquito a Clementine. Por lo demás, lo que os digo siempre: cualquier comentario es más que bienvenido, son mi energía vital y demás =D

En dos semanas, más.

Próximamente: Volverte a ver.

miércoles, 2 de abril de 2014

Los dos (grandes) amores de Ted

Esta entrada no va a ser fácil de escribir por varios motivos. El primero, que llevo nueve años, que se dice pronto, viendo How I met your mother. Nueve años, siguiendo cada lunes las aventuras de Ted y cía y decir adiós no es fácil. El segundo motivo, porque no sé si voy a poder expresarme bien. Ayer por la tarde, comenté el último episodio, Last forever, con Miki, pero ella me entiende hasta cuando parezco un mono borracho. De todas maneras, yo lo intento.

Yo debo ser rara porque, oh, sorpresa, no me ha horrorizado el final. ¿Me ha encantado o entusiasmado? Tampoco. Digamos que me ha gustado con "peros". Evidentemente todos queríamos una escena de porche con las tres parejas ancianitas y felices, pero How I met your mother nunca fue así.

Al menos, yo nunca lo entendí así. Porque las historias es lo que tienen, cada persona las interpreta a su manera. Y, para mí, los creadores de la serie siempre se esforzaron en lanzar dos mensajes: por un lado, que en la vida ocurren desgracias o momentos malos, pero que siempre hay esperanza; por otro, que el amor por sí solo no es suficiente.


O eso lo que yo he entendido, ojo. La cuestión es que, para mí, el final ha sido coherente a esos dos mensajes y, de hecho, no podemos quejarnos de que no fuera predecible. Porque llevan temporadas dándonos pistas: Marshall, que no pierde nunca, apostando por Ted y Robin; las dudas antes de la boda; el episodio Vesuvius al completo... De hecho, lo de Ted y Robin era, salvando las distancias, como lo de Ross y Rachel, ellos se querían pese a todo y siempre acaban encontrándose, en cierta manera entre ellos existía ese componente destino que Ted también compartió con Tracy.

Por eso, aunque me jode lo que no está escrito la muerte de Tracy (jolín, es que Tracy era tan guay), me creo que tras seis años de duelo, Ted vuelva a enamorarse de Robin. Quizás es porque soy una cursi de mucho cuidado, pero yo siempre he creído que si quieres a alguien de verdad, en cierta manera siempre le querrás. Por eso, no me escandaliza ni me cabrea ni me ofende que nos den ese final con Ted, Robin y la trompa azul. De hecho, a mí personalmente esa última escena me ha parecido una preciosidad.

Ya sé que nadie va a estar conmigo, pero me parece una de las escenas más bonitas y románticas EVER.
Y Cobie Smulder se sale.

Ahora habrá gente que piense que la evolución de Ted se ha ido al traste, que no ha servido para nada todo lo que ha pasado. Y, oye, quizás tengan razón, pero yo no lo veo así. Para mí todo ese tiempo sí que ha tenido sentido. Como nos mostraron usando a Lily, Marshall y la pelea por Italia, que haya amor no significa que la relación funcione por sí sola, sino que hay que trabajarla, hay que respetar a la otra persona, hay que estar en la misma página, digamos. Todos los años, todas las vivencias, en cierta manera han servido para que Robin y Ted lo estén. A fin de cuentas, ellos no rompieron porque no se quisieran, sino por lo contrario: a fin de cuentas, ellos se querían y rompieron para no obligar al otro a sacrificar sus sueños. Sin embargo, tras los años, Ted ha aprendido a plantarse y Robin que quería algo más.

Yo creo que, también, uno de los problemas ha sido Robin. Me explico. De los cinco, Robin ha sido con diferencia el personaje más hermético. En realidad, era difícil saber cómo se sentía. Así como a Ted y a Barney se les veía completamente enamorados de ella y no escatimaban con gestos románticos, Robin era un poco un misterio.

De hecho, de Robin siempre supimos que tenía un objetivo claro: triunfar en su trabajo. No quería hijos, no quería establecerse, sino viajar y triunfar. Un objetivo loable, no todo el mundo tiene que desear una familia, pero sí algo que dificulta las relaciones personales, de ahí que ni me sorprenda el divorcio, ni que deje de visitar al grupo, sobre todo cuando apenas pasa tiempo en la ciudad y, cuando los ve, se siente una extraña que ya no encaja y, de paso, comprende lo que perdió al dejar marchar a Ted.


Con todo este rollo filosófico quiero decir que compro la historia, incluso me gusta lo que cuenta. ¿Quién nos dice que sólo hay un amor verdadero en la vida? Al final, de lo que han hablado es de las segundas oportunidades, de intentar ser feliz pese a las desgracias, de luchar por esa felicidad y de que el amor existe. Y eso me parece muy bonito.

Sin embargo, sí que creo que les han fallado las formas.

Por un lado, tengo sensaciones encontradas con el tema de Tracy. En un principio, no pensaban desarrollarla como personaje lo que, sin lugar a dudas, quitaría crueldad al relato y sería completamente la historia de Ted y Robin. Sin embargo, Tracy molaba un huevo y nos han regalado una historia perfecta entre ellos dos, así que es un poco "que nos quiten lo bailao". Al menos la hemos disfrutado, como lo hizo Ted. Porque yo también soy de la opinión de que, muchas veces, merece más la pena el viaje que el final y ha sido un placer conocer a Tracy. Soy súper masoca, lo sé.


Gracias a esa preciosa historia de amor y destino, no podemos decir que Ted no estaba completamente enamorado de ella porque no es así, ni que Tracy era un segundo plato o algo con lo que ocuparse hasta la llegada de Robin. De hecho, Ted dejó marchar a Robin y se entregó a Tracy por completo. Sin embargo, Tracy murió, los años pasaron y Ted se reencontró con Robin y Robin se reencontró con Ted tras haber cumplido sus sueños, los que la separaron de él. Evidentemente, un final con las tres parejas habría sido perfecto, pero este tampoco me ha disgustado, aunque sí que creo que deberían haber añadido ese reencuentro más allá de la mini-escena de Vesuvius.

Por otro lado, creo que el tema de la boda se les fue mucho de las manos. Pero mucho. En mi opinión no tenían que haber centrado la temporada en el fin de semana de la boda, sino que se lo tendrían que haber ventilado antes y dedicar varios episodios a contarnos la parte del futuro. Porque el último episodio abarca muchos años, van pasando muchas cosas de golpe y, tras veintidós episodios centrados en la boda de Barney y Robin, queda como una bofetada en la cara.

Sinceramente, si hubieran usado la última mitad de temporada para contar todo lo que cuentan en el final de temporada, creo que la historia se hubiera asumido mucho mejor. Es que, de hecho, por las múltiples pistas que dejaron, que si no parecería completamente improvisado.

Otra de las cosas que tampoco me han convencido ha sido el final de Barney. A ver, la escena con el bebé ha sido una jodida preciosidad y a mí se me saltaron las lágrimas. Me ha gustado que tenga una hija, me parece precioso y a Barney siempre se le había caído la baba con los bebés (que pena no verlo con Penny y Luke), pero podrían haberle puesto una novia y que tuviera el pack completo. Podía haber vuelto con Quinn o Norah, qué sé yo. Así, aunque el matrimonio con Robin fracasara, su evolución sí que habría servido de algo.


Y, para acabar, me quedo con otra nota positiva, que han sido Marshall y Lily, que siguen siendo monísimos, han tenido tres hijos, hemos visto a Lily vestida de ballena y, al final, Marshall consiguió ser juez.

Vamos, que a mí sí que me ha gustado, aunque creo que podrían haberlo hecho mucho mejor. Pero, claro, yo nunca compré la pareja entre Robin y Barney, nunca me convencieron y nunca les vi futuro (y, de hecho, para mí las peores etapas de la serie tenían que ver con ellos como pareja, salvo esta novena temporada) y siempre fui como Marshall y creí que la serie iba a terminar así. Así que, quizás, por eso no me cogió de sorpresa, ni soy lo que se dice objetiva.

Sin embargo, es raro de cojones que acabara teniendo razón, que mis dos ships se cumplieran (a fin de cuentas, Ted termina con las dos) y siga teniendo esa sensación contradictoria de no saber cómo sentirme.

PD: Sé que hoy tocaba capítulo nuevo de En blanco y negro, pero la ocasión merecía esta entrada. Mañana lo publicaré, lo prometo, palabra de masoquista... es que yo no soy scout...

PD2: Joder, joder, joder, qué semanas de disgustos con las series. A este paso las abandono todas y me dedico a ver Scooby Doo y Pepa Pig, que seguro que no me matan de pena. Yo me quejo por aquí, que para algo es gratis, pero, joder, ¿os parece normal que en tres semanas lleve (al menos) 7 muertos, la relación Ness a tomar por culo y la horrible trama Delena? ¿Os parece normal? ¡Porque a mí no! No es que pida unicornios potando arcoíris, pero alguna alegría no estaría mal, eh.