jueves, 30 de abril de 2015

Daredevil y los orígenes

Hoy estrenan Los vengadores: La era de Ultrón y para celebrarlo, voy a contaros maravillas del último producto de Marvel o, lo que es lo mismo, la primera serie nacida de su alianza con Netflix: Daredevil. Porque, amantísimos lectores, Daredevil mola un huevo. Pero uno enorme, ¿eh?

La cuestión es que ya existía una película basada en el personaje y protagonizada por Ben Affleck, al cual últimamente le caen hostias a mansalva hasta por ser casteado (pobrecito), pero bueno. La película de Daredevil es bastante regular, aunque si las comparas con otras del género (la primera Hulk, Linterna verde, las últimas de Superman o ese esperpento, que debería ser borrado de la existencia por la grieta de Doctor Who, que es Elektra) pues es hasta maja, pero, vamos, que la nueva serie le da mil vueltas.

Por si no sois unos frikis como yo, os contaré que Daredevil nos presenta a Matt Murdock, un abogado que siendo niño se quedó ciego por tener un accidente con un camión cargadito de productos radioactivos. Éstos hicieron que, aunque perdiera la vista, el resto de sentidos de Matt se agudizaran de forma sobrehumana. Una vez es adulto, Matt acaba llevando una doble vida: por la mañana tiene un bufete con su amigo Foggy Nelson, donde únicamente aceptan casos que consideran justos, mientras que por la noche se lía un pañuelo a la cabeza (sí, lo he puesto a propósito porque hoy tengo el día tonto) y ejerce de justiciero.


Matt, además, vive en Hell’s kitchen, que cuando los cómics empezaron a publicarse era un lugar muy, muy chungo, pero que actualmente se ha recuperado bastante. Sin embargo, los chicos de Marvel son muy listos y son muy conscientes de que todos sus productos (sean películas, sean series) pertenecen al mismo universo, así que han usado la batalla de Los vengadores contra los Chitauri (es decir, la batalla final que vemos en la primera cinta de Los vengadores) para justificar que Hell’s kitchen vuelva a ser un barrio destrozado y lleno de corrupción.

La verdad es que en ese sentido Marvel le da mil vueltas a DC. Mientras que éstos últimos no tienen prácticamente continuidad entre unas cosas y otras (el universo Flarrow y el de las películas son diferentes y ni siquiera mantienen coherencia en los repartos), en Marvel todo está integrado y de tal manera que no necesites verlo todo y, al mismo tiempo, si lo haces, pillas un montón de guiños. Por ejemplo, Matt Murdock fue al mismo orfanato que Skye de Agents of Shield, lo que es una pasada.

Pero hablemos de la serie en cuestión, de Daredevil.

Lo primero que me sorprendió de Daredevil fue lo rápido que le cogieron el pulso. Así como Agents of Shield tuvo un primer tramo muy titubeante, en Daredevil desde el principio tanto el tono como el devenir de la historia estaba muy marcado. Eso hace que desde el principio Daredevil sea una serie con su propia personalidad y, además, una que se distingue perfectamente de otras series de la casa. Daredevil es oscura, también brutal y, en cierta manera, bebe de otros productos del género como The dark knight o incluso Arrow, aunque se distingue gracias a sus protagonistas.


Porque, aunque la serie lleve el título de Daredevil y Matt Murdock sea el centro de la misma, en ningún momento se ha dejado de lado a ningún personaje y, de hecho, el trato dado a Wilson Fisk, Foggy Nelson y Karen Page hace que sea una serie bastante coral, lo que en mi caso fue una muy grata sorpresa.

Y es que Daredevil es una historia de orígenes muy bien contada. Sí, desde el minuto uno Matt ya es un justiciero enmascarado y Wilson Fisk es un mafioso, pero ni uno es Daredevil, ni el otro es Kingpin.

Sin embargo, a lo largo de estos trece episodios que conforman la primera temporada se van desarrollando ambos personajes y su camino se va trazando para que acaben convertidos uno en un héroe y el otro en un villano, además de en enemigos. De hecho, tanto el retrato de uno como de otro fueron muy interesantes, mostrando tanto el lado humano como esa doble vida que llevan y cómo cada uno se enfrenta al mundo, además de sus respectivos pasados.


Me gustó mucho cómo han enfocado a Wilson Fisk, me ha parecido una idea muy original el mostrarlo como un ser torturado que, aunque es un villano, se cree un salvador y que, al igual que Matt, tiene cierta espiritualidad. Porque si a Matt le viene por ser cristiano, con las dudas morales que eso le provoca, a Fisk ese aspecto le viene de Vanessa, su interés romántico y otro muy buen personaje. De hecho, Vanessa ha sido un personaje muy, muy interesante desde su aparición en la galería de arte.

Eso sí, si hay un personaje que tengo que destacar es a Karen Page.

Ídola suprema. En serio.

Yo no soy una experta en los cómics de Daredevil, pero sí que conocía a Karen y no dejaba de ser la novia pavisosa. De hecho, me imaginaba que el personaje iba a ir por esos derroteros porque, además, admitámoslo, los personajes femeninos en las películas de Marvel dejan bastante que desear en líneas generales, pese a haber excepciones (Peggy Carter y La viuda negra en Soldado de invierno, prácticamente). No obstante, en Daredevil se ha seguido la senda de las series y nos han dado a una señora heroína de la cual soy muy, muy fan.


Porque Karen Page mola un huevo. Me sorprendió un montón lo dura que podía llegar a ser, los ovarios que tiene la tía y eso sin perder un ápice de dulzura y humanidad. Porque Karen es el encanto de chica que se molesta por ancianitas, que es el corazón del bufete, pero también es la que sigue adelante en la búsqueda de la verdad pase lo que pase, la que encuentra la pista que nadie más ha hallado y, sobre todo, la que protagoniza la pedazo de escena del almacén. ¿Qué no sabéis de que hablo? Bueno, ved Daredevil y flipad, chavales.

Me encantó que Karen fuera un personaje con una personalidad muy marcada, su propia historia y que el tema “ser la chica del héroe” haya sido descartado. De hecho, el triángulo amoroso es muy, muy sutil. Sí, está claro que a Karen le gusta Matt (que otra cosa os diré, a cualquiera con ojos o sentidos súperdesarrollados le gustaría Matt, para qué mentir), al igual que está claro que a Foggy le gusta Karen, pero no han pasado de insinuar todo eso, mientras se dedicaban a regalarnos una dinámica tan entretenida como adorable entre los tres miembros del bufete.

Que, por cierto, otra cosa que me ha sorprendido de Daredevil es el buen ritmo que ha llevado la historia y cómo no han tardado en hacer que sucedan ciertas cosas como lo que pasa en ese genial episodio titulado Nelson v. Murdock.


Vamos, que los trece episodios les han dado para mucho y encima ha estado muy bien contado, hilado y de forma muy adulta a la par que entretenida. Es decir, que no tengo nada malo que decir, porque hasta el casting es maravilloso y no sólo se parecen a los personajes, sino que están perfectos en el papel. Lo siento por Ben Affleck (de verdad que no me gusta darte zascas, Ben, pero es lo que toca), pero Charlie Cox se hace con el personaje con tanta maestría que hasta se te olvida que existió una película anterior. Bueno, de hecho ocurre lo mismo con el Wilson Fisk de Vincent D’Onofrio, que hace que olvides al de Michael Clarke Duncan.

De ahí que no me extrañe que les hayan renovado por una segunda temporada. Y, sí, la espera va a ser larga, pero Marvel ha decidido repetir la fórmula de las películas y va a dedicar una serie a un personaje en concreto para unirlos al final en otra serie que llevará el título de Los defensores.

Así que ya hemos conocido a Daredevil y ha molado mucho, pero pronto nos tocará conocer a Jessica Jones (con Krysten Ritter a la cabeza, lo que a mí me resulta raro porque siempre la veré como la Gia Goodman de Veronica Mars, pero eso ya son paranoias mías), a la cual le tengo muchas ganas y no sólo porque David Tennant vaya a ser el villano, sino porque espero que siga la estela de Daredevil y tengamos otra señora serie.

PD: ¿No es súper curioso que Vincent D’Onofrio haya pasado de ser Thor en Aventuras en la gran ciudad (genialidad ochentera donde las haya) a ser Kingpin?

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