lunes, 7 de abril de 2014

Once escándalos para enamorar a un duque

Hoy os traigo la reseña de un libro que me moría por leer, ya que era el final de la trilogía Love by numbers de Sarah McLean: Once escándalos para enamorar a un duque. Por si no lo sabíais, El amor en números (o, como la llamo yo, la saga de los títulos cortitos ;P) es una trilogía romántica que en España publicó Versátil y que recomiendo muy mucho. La primera entrega, Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja, me gustó muchísimo, aunque la segunda, Diez lecciones para dar caza a un Lord y que te adore, supuso una decepción.

Pero hoy toca hablar de la última parte, de la novela que se centra en la hermana más joven, en Juliana, que, además, es la mejor entrega de la trilogía: Once escándalos para enamorar a un duque, a partir de ahora Once escándalos, para abreviar y eso.

Juliana Fiori lo tiene difícil para encajar en la encorsetada sociedad inglesa, puesto que es la hija fuera del matrimonio de una marquesa y, además, un espíritu libre, alguien apasionado y decidido al que no le importan ni los cotilleos ni la habladurías de la sociedad londinense. En conclusión, Juliana es el tipo de mujer del que el duque de Leighton, parangón de la rectitud y de la reputación intachable, huiría casi desesperadamente, sobre todo estando en el momento tan delicado en el que está: con su hermana a punto de tener un hijo sin estar casada.

No obstante, Leighton y Juliana siempre acaban encontrándose y, tras un malentendido ocurrido hace tiempo, se llevan a matar. En una de sus discusiones, acaban haciendo una apuesta: Juliana tiene dos semanas para mostrarle que la pasión es lo más importante en la vida y que nadie puede resistirse a ella, ni siquiera el duque del desdén.

En esta ocasión nos encontramos con dos viejos conocidos, pues tanto Juliana como Leighton fueron presentados en la primera entrega, donde leímos como se conocieron y se gustaron... hasta que Leighton descubrió quién era Juliana en realidad. Desde entonces, los dos no pueden ni verse, aunque, en el fondo, no dejan de pensar en el otro: Juliana cree que Leighton no quiere saber de ella por ser una bastarda y, de ahí, que le importe lo que él opina sobre ella, aunque no piense reconocerlo bajo ninguna circunstancia; Leighton, por su parte, cree que Juliana sólo quería cazarle como marido, por lo que está profundamente decepcionado, pero al mismo tiempo intenta cuidar de ella y que no estropee aún más su reputación.

Con ese punto de partida tenemos el conflicto, que explica los dimes y diretes de nuestros protagonistas. Dos personajes con carácter que, pese a llevarse a matar, siempre se acaban encontrando. Personalmente, me gustó mucho cómo Sarah McLean lleva el tira y afloja entre Juliana y Simon, el duque de Leighton, sobre todo porque su historia llevaba planteada desde la primera entrega y, pese a eso, no resulta ni previsible, ni repetitiva, sino todo lo contrario: su evolución es tan constante que engancha como ninguna otra.

En ese sentido, me ha recordado a Nueve reglas, donde la relación iba cambiando, se iba enfrentando a distintos problemas y fases diferentes, en vez de Diez lecciones que se limitaba a dar vueltas a lo mismo una y otra vez.

También se ha parecido a Nueve reglas en la magia, en la chispa, que hay entre ellos dos. Los diálogos, las situaciones y cada escena entre Juliana y Simon está llena de química y es una auténtica delicia leerles. Tienen momentos muy, muy divertidos y otros tan románticos como apasionados.

Además, resulta refrescante que Juliana sea la protagonista. Tanto Callie como Isabel, las protagonistas de los libros anteriores, no son damas inglesas tradicionales, pero Juliana es todavía más distinta. Ella es una chica italiana, que se ha criado con su padre lejos de normas de etiqueta, reputaciones y demás parafernalia, por lo que es muy interesante ver la sociedad londinense a través de sus ojos: cómo no entiende las costumbres, lo sumamente estúpidas que le parecen algunas cosas, cómo las supuestas damas virtuosas pueden llegar a ser mucho peor que ella y sus allegados, que son los que gozan de mala reputación...

Juliana, por cierto, es una gran protagonista. Decidida, valiente, franca, deslenguada, pero también sensible y con varios problemas a la espalda. Porque Once escándalos no habla sólo de amor, sino de aceptarse a uno mismo y de cómo los hijos pueden pagar por los pecados de los padres. Juliana se limita a ser la heroína de la historia romántica, sino que toda la situación tiene más miga: el miedo a ser como su madre y acabar hiriendo a todo el mundo; el miedo a que sus hermanos le den la espalda, algo que cree que merece; el creerse indigna...

Todo está perfectamente hilado y ambas facetas (la romántica y los traumas familiares) encajan como si fuera un puzzle, haciendo que la gran Juliana tenga una gran evolución.

Aunque para evolución la de Simon. A fin de cuentas, la historia de Juliana trata sobre aceptarse a uno mismo, tampoco nos contaba nada que no conociéramos de ella, sino que la desarrollaba más, pero a Simon no lo conocíamos como persona. Sólo sabíamos que era el duque de Leighton y que, para él, la reputación lo era todo.

Y ha sido un placer conocerle, ver por qué era como era (de nuevo, gracias a una madre terrible, qué trauma tiene Sarah McLean con los progenitores) y ver como Juliana, poco a poco, derretía la coraza de hielo que él mostraba al mundo. Porque Simon, aunque no lo pareciera o cometiera errores, es un buen hombre. También es sensible, apasionado y valiente y tiene unas escenas muy, muy chulas.

Como veis, Once escándalos recupera por completo el espíritu de Nueve reglas, que estaba ausente en Diez lecciones: la química, los diálogos chispeantes, la evolución constante, que transcurra un tiempo comprensible... y, sobre todo, la importante de los secundarios. En Once escándalos nos reencontramos con todos los personajes de las novelas anteriores: Callie, sus hermanos Benedick y Mariana, el marido de ésta, Isabel y, sobre todo, los hermanos St. John. De hecho, las apariciones de Gabriel (más numerosas que las de su hermano, aunque es pura lógica) son todas para enmarcar, ya sea con su hermana o con Simon.

Vamos, que Once escándalos para enamorar a un duque es una gran novela romántica: entretenida, amena, divertida y apasionada. Un broche de oro para una trilogía que no puedo dejar de recomendar.

Que, por cierto, Sarah, entre tú y yo, ¿para cuándo una novela que le busque churri a Benedick, eh, eh?

El próximo lunes literario estará dedicado a... La biblioteca de los muertos de Glenn Cooper.

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